martes, 9 de octubre de 2007

¿Por qué te quieren cambiar el nombre?


No me lo explico. Como Gustav Klimt. No parece que haya otro más adecuado para ti. Lo supe en cuanto se manifestaron abiertamente las dudas acerca de este tema. “Francisco, Rodrigo, Diego…no sabemos”, dijeron. “Nos hemos comprado un libro”. ¿Un libro de nombres? Pregunté. Yo pienso que un nombre no se puede encontrar en un libro. Un nombre sale del corazón. Lo vi con absoluta claridad cuando me lo explicó en Guatemala el marido de Itziar: “A Nitké la llamamos así porque en el calendario maya, Nikté, la flor de los Kaltunes, representa el origen de las cosas, el centro del universo”.
Por eso el día en que reconocí tu nombre fue fantástico. Dejaste de ser “la criatura” para adquirir una identidad. ¡Y una identidad de peso! No podíamos esperar menos de ti.
Ayer pregunté en el Conservatorio de Música de la calle Santa Isabel, a qué edad podrías comenzar a estudiar esta materia. Me dijeron que allí sólo se estudiaba el ciclo superior, por lo que tendremos que esperar algún tiempo para que puedas acudir allí, teniendo en cuenta que aún no has cumplido dos años. Sin embargo, sé que te divertirás. Parece difícil que algo tan valioso como la música pueda ser apreciado, interpretado, e incluso creado por uno mismo. Y seguro que tú lo conseguirás.
Pero no te sientas agobiado por mis ilusiones y sigue durmiendo plácidamente. Finalmente tendrás las tuyas propias y podrás ser lo que tú desees, tal y como estás comenzando a soñar. Alto, bajo, rubio o moreno son cosas sobre las que no podrás decidir, pero sí sobre muchas más y más importantes que se te irán presentando a lo largo de tu vida. Podrás dedicarte al fútbol y no entender ni un pimiento de violines y pianos, o incluso cambiar de nombre y en vez de hacerte llamar Gustav, pedir que Claudio, Roldán, Agustín o incluso Héctor, sea tu nuevo nombre.

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